Tal día como hoy nació una casi desconocida fotógrafa rusa
que estuvo muy comprometida con el movimiento clandestino poético y
fotográfico de Leningrado de los años 1960-80 y que por el modo en que apareció
su obra, se asemeja a Vivian Maier.
Es cierto que el caso de Ivashintsova es muy parecido.
Masha fotografió prolíficamente durante la mayor parte de su vida, pero
atesoraba sus películas fotográficas en el ático y rara vez las revelaba así
que nadie pudo nunca apreciar los frutos de su pasión.
Esos carretes permanecieron en el ático de la casa familiar en Pushkin, San
Petersburgo, donde originalmente los guardó hasta después de su muerte en el
año 2000.
Fueron su hija y el marido de ésta quienes descubrieron cerca de 30.000 negativos
sin revelar en el ático de su casa, donde habían acumulado polvo y
suciedad durante años, hasta que unas obras de reforma hicieron que la pareja
revisara el contenido de unas viejas cajas.
Pero los paralelismos entre Ivashintsova y Maier terminan ahí.
La fotógrafa
rusa no fue una solitaria patológicamente celosa de su intimidad como Vivian
Maier, ni vivió alejada del mundo sin familia.
Masha Ivashintsova nació en Sverdlovsk (actual
Ekaterimburgo) el 23 de marzo de 1942 en una familia aristocrática cuyos bienes
fueron confiscados tras la Revolución Bolchevique por lo que su madre, Lyudmila
Dmitrievna, y su abuela, Nadezhda Sergeevna Ivashintsova, fueron evacuadas de
Leningrado.
En la primavera de 1944 volvieron a Leningrado, viviendo en una habitación de un
piso comunitario en la calle Mokhovaya. En este mismo año, el padre de
Masha murió en el frente polaco.
Cuando era niña, y animada por su abuela, Ivashintsova comenzó a formarse como
bailarina de ballet. Sin embargo, al morir su abuela, su familia decidió que
dejara las clases y asistiera a una escuela técnica como dibujante-diseñador en
ingeniería mecánica general.
De 1961 hasta 1969, estudia en la Facultad de Estudios Teatrales del Instituto
Estatal de Teatro, Música y Cinematografía de Leningrado.
Truncadas sus aspiraciones artísticas, Ivashintsova pasó por varios trabajos
(crítica teatral, bibliotecaria, ingeniera de diseño, mecánica de ascensores,
guardia de seguridad…) mientras su vida personal se volvía cada vez más
turbulenta.
Estuvo muy implicada en el movimiento poético y fotográfico
de Leningrado entre 1960 y 1980 y fue la amante de tres genios de la época: el
fotógrafo Boris Smelov, el poeta Viktor Krivulin y el lingüista Melvar
Melkumyan, con el que tuvo su única hija, Asya Melkumyan.
Su amor por estos tres hombres, tan diferentes entre ellos, marcó su vida, la
obsesionó por completo, pero también la destrozó.
Ella estaba convencida de que su talento palidecía ante el de ellos y,
en consecuencia, nunca mostró sus fotografías, sus diarios y sus poemas a nadie
durante toda su vida.
El poeta Viktor Krivulin fue una de las personas clave en la
vida de Masha. Fue su amante durante muchos años. Según ella, él fue su primer
gran amor. Estuvieron juntos, luego se separaron, luego estuvieron juntos de
nuevo, y luego se separaron de nuevo. Estuvieron así durante años.
La relación con el padre de su hija, Melvar Merkunyian, tampoco fue fácil.
Masha lo describió así en uno de sus diarios: “Melvar es un maestro
desconocido, inalcanzable e intocable”.
En 1974, Masha conoció a Boris Smelov y se enamoraron.
Boris vivia una vida muy humilde, se las veía y deseaba para tener algo de
dinero. Sin embargo, ahorró con devoción para tener la mejor cámara.
En la fotografía
donde Boris tiene una cámara en las manos, ésta es el modelo Leica IIIc. Más
tarde, le regaló esta Leica a Masha, un regalo que ella usaría mucho en los
años siguientes.
Masha hacía fotos constantemente, era parte de su día a día,
la respuesta a un instinto vital que no podía frenar. Sus fotos son un testimonio
de gran valor documental, pero en ellas se vislumbra también cierto toque
poético.
Sentía una inmensa curiosidad por el mundo que la rodeaba y tenía especial
predilección por los niños y los animales.
La frustración de creer que su arte no tenía nada que hacer frente al genio de
aquellos que la rodeaban y los desengaños amorosos la llevaron a una depresión
tan profunda que en 1981 tuvo que dejar de trabajar.
En la URSS, estar desempleado era prácticamente un crimen y además, Masha siempre
tuvo una relación difícil con el comunismo por lo que acabó siendo acosada por
el partido en el poder hasta que le dieron a elegir entre ir a prisión o ingresar
en un centro psiquiátrico para su “higienización social”
Ella optó por esto último.
Vivió años de profunda infelicidad en varios hospitales psiquiátricos de la
URSS, en penosas condiciones, en la época en la que el régimen soviético
buscaba estandarizar a las personas y obligarlas a vivir según las reglas
comunistas.
Una vez fuera de las instituciones psiquiátricas, en 1993, la casualidad hace
que Masha se encuentre en la calle con el fotógrafo Boris Smelov, su antiguo
amante. Retoman la relación pero él muere cinco años más tarde.
Masha falleció tempranamente víctima de un cáncer el 13 de julio del 2000, a los 58 años, en
brazos de su hija Asya.
La mayor parte de los 30.000 negativos encontrados en 2017
están aún sin revelar. Es su propia hija quien se está encargando de ellos y de
darlos a conocer a través de una web dedicada a la obra de su madre.
Queda aún mucho por descubrir en la obra de Masha Ivashintsova, una mujer que
vivió rodeada de hombres de talento a los que dotó de un aura de
excepcionalidad que la enterró a ella misma como artista. La fotografía
era su vida, pero una vida que, según ella, no merecía ser mostrada.
Dice Asya: “Veo a mi madre como un genio, pero ella no se veía a sí misma como
tal y nunca dejó que nadie más la viese como realmente era.”
Fuentes: Wikipedia, Facebook y Web de Masha.
treintamil negativos que están aún sin revisar... casi nada. Eso es trabajo para generaciones
ResponderEliminarUn trabajo ímprobo, sin duda. La pena es que se conozcan estas imágenes (que no pudo ver en papel ni siquiera la autora) veinte años después de su muerte.
EliminarUn abrazo, Alí.
Y feliz domingo de Ramos.
Buen hallazgo, que nos permite conocer su buen trabajo. Ha fotografiado muy bien la sociedad de su época.
ResponderEliminarQue tengas una buena semana.
Gracias. Para mí ha sido un grato descubrimiento esta fotógrafa compulsiva.
EliminarUn abrazo y ¡¡Feliz fin de semana!!
Una vida marcada por su pasion por la fotografia y sus sucesivas "desgracias"... Tremenda cronica, amigo. Gracias por traérnosla.
ResponderEliminarUn abrazo
Una historia con un sabor amargo y triste a la vez.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
¡Un abrazo, Ildefonso!
Una fotógrafa muy prolífica. Muchas fotografías en esos 30.000 carretes, Cuantas buenas fotografías están aún por desvelar? Por lo que se puede ver retrató una buena parte de la sociedad de la Unión Soviética de su época, de la que tuvo que soportar la represión política.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, Antonio. No dejó de fotografiar todo lo que se le ponía delante del objetivo de su cámara. Hasta la fecha solo se han positivado una mínima parte de esa cantidad de negativos que dejó.
EliminarNo tenía una buena imagen de sí misma, desde luego. Y el final de su vida tuvo que ser muy triste en esos psiquiátricos de la URSS.
¡Un abrazo y feliz fin de semana!